El sistema inmunológico desempeña un papel vital en la defensa del cuerpo contra patógenos (hongos, bacterias o virus, parásitos) y cambios celulares anormales (como las células tumorales). Está formado por varios órganos, células y sustancias implicadas en la inmunidad. Sin inmunidad, no podríamos luchar contra los agentes que entran en el organismo provocando enfermedades. Las principales tareas del sistema inmunológico son: 

  • luchar contra los microorganismos que causan enfermedades y eliminarlos del organismo; 
  • reconoce y neutraliza sustancias nocivas en el medio ambiente; 
  • luchar contra los cambios en el cuerpo, como la producción de células tumorales. 

 ¿Cómo se reconoce un sistema inmunológico debilitado? 

Dado que el sistema inmunológico interviene en la lucha contra los patógenos que causan y propician la aparición de diversas enfermedades y patologías, las personas con baja inmunidad presentan un funcionamiento deficiente de este sistema. La línea de defensa del cuerpo no es lo suficientemente fuerte para hacer frente a la exposición constante a patógenos ambientales. Una persona con inmunidad baja y comprometida se enfermará con mucha más frecuencia que una persona con inmunidad normal. Ya sean resfriados muy frecuentes, infecciones parasitarias, fúngicas o bacterianas, estas afecciones son mucho más comunes entre personas con baja inmunidad. 

Los principales síntomas que pueden delatar un estado de inmunidad baja pueden ser, entre otros: 

  • Resfriados frecuentes. 
  • Frecuentes infecciones bacterianas y parasitarias. 
  • Infecciones fúngicas seguidas. 
  • Infecciones frecuentes de la piel. 
  • Aparición frecuente de herpes. 
  • Diagnóstico de infecciones por bacterias oportunistas. 
  • Reacciones alérgicas frecuentes. 

 Además, los signos de un estado bajo de inmunidad se pueden certificar mediante pruebas de laboratorio que indican una cantidad baja de elementos figurativos de la sangre, en su mayoría involucrados en los mecanismos de inmunidad. Una persona también puede enfrentar una inmunidad baja debido a diversos tratamientos farmacológicos, como la inmunosupresión, que se prescriben cuando existe una patología autoinmune o para prevenir el rechazo después de trasplantes de órganos o injertos. Sin embargo, el estado de inmunidad se puede mejorar significativamente mediante una serie de buenas prácticas, que favorezcan la actividad defensiva del organismo. 

 Consejos y recomendaciones para fortalecer la inmunidad. 

 El sistema inmunológico se puede mejorar a través de diferentes métodos cuya eficacia está comprobada por estudios científicos especializados. Dado que en la inmunidad intervienen muchos minerales y vitaminas, además de las células del sistema inmunológico y los mecanismos asociados, el sistema se puede fortalecer mediante varias prácticas, como, por ejemplo: 

 Vacunación: el primer paso hacia una inmunidad fuerte. 

La vacunación es un tipo de inmunidad adquirida. Por lo general, las vacunas contienen formas de virus inofensivas, atenuadas o muertas. Una vez dentro del cuerpo, se producen anticuerpos específicos, de modo que, la próxima vez que el cuerpo vuelva a entrar en contacto con el virus, pero esta vez vivo y con mayor potencial patógeno, actuará mucho más rápido para destruirlo y neutralizarlo. El sistema inmunológico «tiene memoria» y, por tanto, actuará rápidamente contra el virus. 

Una dieta saludable, rica en vitaminas y minerales. 

Para una inmunidad fuerte, se recomienda el consumo regular de frutas y verduras. Rico en una variada gama de minerales y vitaminas, el consumo de frutas y verduras contribuye a una inmunidad mucho más fuerte. 

Práctica diaria de ejercicios físicos. 

Los deportes también juegan un papel importante en el fortalecimiento de un estado inmunológico fuerte. También mantendrá tus huesos sanos y mejorará tus funciones respiratorias y cardiovasculares. La actividad física puede favorecer la eliminación de bacterias de los pulmones y las vías respiratorias, reduciendo el riesgo de desarrollar infecciones respiratorias.  

Evita el consumo de tabaco y alcohol. 

A través de los compuestos que contiene, el consumo de tabaco y alcohol puede provocar un funcionamiento deficiente y mucho más débil del sistema inmunológico. El humo del cigarrillo irrita la mucosa respiratoria, que será mucho más fácil de penetrar para las bacterias.  La función ciliar también se ve alterada por el consumo de alcohol, lo que puede debilitar la función de barrera de los epitelios del tracto respiratorio inferior, alterando la función de los macrófagos alveolares y los neutrófilos. 

Mantén un peso dentro de los límites normales. 

El exceso de peso puede afectar el funcionamiento del sistema inmunológico, provocando una disminución de su actividad. La obesidad parece estar correlacionada con una mayor incidencia de enfermedades bacterianas y virales. 

Tener un sueño reparador 

La falta de sueño podría provocar una eficacia mucho menor de las vacunas. Los estudios en el campo sugieren que un sueño reparador y de calidad se asocia con una inmunidad mucho más fuerte. 

Encuentra formas efectivas de controlar el estrés 

 Se cree que el estrés también puede provocar una baja inmunidad, comprometiendo la capacidad del cuerpo para combatir los patógenos. Busca formas efectivas de lidiar con el estrés y reducir su impacto: acude a terapia, practica deportes, mindfulness, ejercicios de respiración, aromaterapia y date la oportunidad de tomarte un descanso constantemente del ajetreo diario. 

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