Empecemos con la definición:
Según la OMS, la salud sexual es un “estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad”. Es decir, ser sexualmente saludable abarca otros factores además de la ausencia de una enfermedad. Es un concepto que incorpora aspectos positivos respecto a la aceptación de la sexualidad y sus relaciones. Tener experiencias sexuales placenteras, seguras y libres de cualquier tipo de violencia también es cuidar la salud sexual.
Por eso, además de prevenir las ETS o el embarazo precoz, cuidar la salud sexual es importante para la salud mental, psicológica y emocional.
En la actualidad, la salud sexual sigue siendo un tema con tabúes, aunque el sistema reproductivo es tan importante como cualquier otra región anatómica, no hablamos de él con tanta naturalidad.
El pudor, recibir información errónea o negarse a adquirir conocimientos esenciales sobre la salud sexual, todo ello derivado de los prejuicios a los que aún se enfrentan muchas personas, no sólo impiden el desarrollo de una vida sexual normal y satisfactoria, sino que multiplican las posibilidades de enfermedad y diagnóstico de graves trastornos sexuales.
Al igual que la salud emocional, mental o física, la salud sexual también contribuye en una proporción significativa al bienestar de la salud general del cuerpo y al equilibrio psicológico individual. Las personas tienen derecho a gozar de una salud sexual plena, lo que implica el funcionamiento óptimo del sistema reproductivo y la obtención de la satisfacción sexual en pareja. Es por ello, la importancia de contar con una salud sexual segura e informada.
En este artículo te contamos de los beneficios que puede tener a tu salud:
Respecto a la fuerza muscular y la estructura ósea, también hay mejoras significativas luego del aumento en los niveles de testosterona que resultan de la actividad sexual regular. Mantener la forma física, con la quema de calorías y la tonificación muscular global es otro beneficio relevante, y con la ventaja de que el sexo es uno de los ejercicios físicos más placenteros, mientras se practique de forma segura y consensuada.
En cuanto al estrés, se sabe que la práctica sexual regular ayuda a combatirlo, ya que la actividad sexual promueve la liberación de endorfinas, las hormonas responsables de las sensaciones de placer y relajación. Estos dan una sensación de bienestar general y ayudan a reducir el estrés, además de aumentar la capacidad de resistir el dolor. Hablando de resistencia, fijémonos en la del sistema inmunitario, que parece aumentar con la práctica sexual.
También podemos referirnos a las buenas noches de sueño como otro beneficio señalado por quienes tienen una actividad sexual frecuente y satisfactoria, refiriéndose a un sueño más relajante y reparador. Y también hay mejoras observadas en cuanto a la hidratación de la piel, que pueden estar relacionadas tanto con estos “sueños de belleza” como con la propia actividad sexual, que favorece la liberación de ciertos nutrientes ricos en hidratación celular.
Cuando existe una sensación de bienestar global, con efectos directos sobre la autoestima y la confianza en uno mismo, la predisposición a la implicación sexual también tiende a aumentar. Y envueltos en un ambiente íntimo, donde la complicidad y la seguridad son evidentes, la capacidad de expresar deseos y necesidades al otro también es mayor, potenciando una relación amorosa más íntima.
Finalmente, la frecuencia sexual, y por supuesto la satisfacción que puede resultar de ella, pueden por sí solas despertar un mayor deseo de implicación y promover una mayor satisfacción en la relación. La oxitocina juega un papel importante aquí; esta hormona, conocida como la “hormona del amor”, activa la afectividad y el establecimiento de relaciones de apego entre las personas, y dado que tiene un incremento significativo durante el orgasmo, facilita el fortalecimiento de la relación afectiva entre la pareja, otorgándoles una mayor intimidad, lo que conlleva a la pareja a llegar a un estado de plenitud.
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